AUTISMO
Los niños autistas dan la impresión de ser independientes y carecer de interés por los seres humanos de su alrededor. Dos son las características fundamentales del niño autista: la reclusión autista (aislamiento e inaccesibilidad, o sólo en determinadas condiciones) y la conducta de llamar la atención mediante comportamientos extraños y perturbadores.
En el momento del nacimiento, el niño tiene una apariencia normal, lo mismo puede ser despierto y de gran vitalidad como apático y llorón. Hacia el cuarto u octavo mes de vida se observa la ausencia de movimientos anticipatorios habituales antes de ser tomado en brazos y de las aproximaciones al cuerpo para adaptarse a la persona que lo sostiene. Todo el desarrollo del niño es muy lento, y particularmente en la esfera social no responde. Carece de vínculos con sus padres, parece no necesitarlos. No sólo no busca besos y ternura, sino que los rechaza.
La ausencia de un adecuado desarrollo del lenguaje suele ser lo que primero alarma a los padres y les hace sospechar que algo le pasa a su hijo. También observan que se golpea la cabeza, se arranca el pelo, se araña la cara, se muerde las manos o presenta otras conductas autolesivas, como si no sintiese dolor, cosa que resulta muy angustiante a los padres.
Uno de los requisitos básicos para realizar cualquier aprendizaje es la imitación. El niño autista no imita los comportamientos de las personas que le rodean. El negativismo es otro mecanismo que le impide aprender y relacionarse con los demás. El niño autista no sigue las instrucciones, no contesta a las preguntas, hace todo lo contrario a lo que se le pide.
El comportamiento de huída de las situaciones que requieren comunicación e intercambio social va diferenciando al niño autista del resto de los niños y va retrasando su desarrollo en todos los aspectos. Aunque llegue a aprender a hablar, lo hace de una forma característica, con unos patrones de lenguaje anormal con repetición ecolálica de unas pocas palabras y con respuestas que no se corresponden a las preguntas formuladas. Su habla no tiene generalmente propósitos comunicativos siendo difícil mantener una comunicación más allá de los acontecimientos inmediatos.
El niño autista tiene comportamientos hiperagresivos, burla malintencionada o incluso violenta, movimientos ritualizados de las manos, posturas estereotipadas, ruidos repetitivos, introducción de objetos en la boca indiscriminadamente, extrañas preferencias en cuanto a comidas, lloro sin lágrimas, alineamiento de objetos, risa o sonrisa sin motivo, etc.
En cuanto a la clínica del autismo desde el psicoanálisis tiene una especial consideración por lo real, por aquello de lo que el sujeto se defiende de un modo radical. La modalidad de su defensa demuestra que las palabras, la voz, la mirada, no son benéficas. Hace falta formular el humunismo (Lacan) del humus del lenguaje, del terreno fértil en el cual cada uno de los sujetos en posición autista puedan elegir los trocitos con los que componer su decir, hasta conseguirafianzar un deseo propio, una enunciación particular. El estado de sujeto en posición autista revela una honda vulnerabilidad que el terapeuta debe socorrer en la única manera que un sujeto puede ser ayudado: dando por buena su solución, sin pretender corregirla, con el fin de hacerla prosperar en el universo de los símbolos.
El autismo entra dentro de mi especialidad como psicoterapéuta, tanto presencialmente como a través de mi consulta de psicología online.
Psicóloga en Leioa- Bizkaia